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Máxima división del trabajo. Para lograr los objetivos que se plantean, las organizaciones deben descomponer el trabajo total en operaciones elementales, lo que a su vez implica la rigurosa fijación formal de las subtareas y deberes de cada eslabón de la organización: formalización, estructuración, organización.
Jerarquía de autoridad: La organización debe estructurarse de acuerdo con una jerarquía de autoridad. Todo empleado inferior debe estar sujeto al control y supervisión del superior. Reglas que definen la responsabilidad y la labor. La labor debe estar regida por reglas abstractas que emanen de la dirección general para lograr la uniformidad y coordinación de la ejecución de toda organización. Las órdenes y reglas deben ser precisas, claras y sencillas, determinando la responsabilidad del ejecutor.
Actitud objetiva del administrador: El dirigente ideal debe administrar sin ira ni apasionamiento y, por consiguiente, sin afección ni entusiasmo. Asimismo, con el “estándar racional” descarta la influencia de razones y emociones personales, tanto en el interior de la organización, como en lo tocante a sus clientes.
Calificación técnica y seguridad en el trabajo: Todo miembro de una organización debe tener una calificación técnica y estar protegido contra despidos injustificados. El empleo en las organizaciones debe ser una carrera para que los miembros se desarrollen y asciendan por méritos y antigüedad. Lo que tenderá a fomentar el espíritu corporativo.
Evitar la corrupción: Debe existir una clara diferencia entre los ingresos de los miembros debido a fortuna privada e ingresos otorgados por su trabajo en la organización.